No lo lograrían tan rápido, y si estaban cerca, emprendía el vuelo, aunque por gordita no era tan difícil que me alcanzaran y después me mataran de cosquillas. De pequeña, esa era una emoción indescriptible, parecida a esa sensación de cuando te gusta alguien, tu corazón late más rápido.
Cuántas cosas pueden perder la magia a medida que uno crece. Jugar es algo maravilloso, poner a prueba condición y destreza. Un juego sencillo y tradicional que no se compara.
Recordé cómo esas pequeñas cosas de la vida me hacían sentir tan bien. Es cierto que los avances tecnológicos y la sociedad de este siglo crea pequeños niños-robot que pasan un buen rato frente a una pantalla. Sin embargo, hace no muchos años la diversión de los más pequeños era otra. Mi generación fue una de las primeras en meterle mano a los juegos por internet y a las consolas, pero nada, NADA superará la emoción de las "chapadas".
"Sentir antes de comprender", diría el buen Jean Cocteau, poeta, novelista,dramaturgo, pintor, ocultista y cineasta francés.