lunes, 5 de octubre de 2015

#Nicosensorama: cuando jugaba a las chapadas

Regresaba de surcar las calles del deportivo y de repente escuché a un niño correr, iba muy emocionado. Gritaba y jadeaba. Iba todo feliz y excitado, pues sus papás lo perseguían. Eso hizo que recordara lo mucho que me gustaba darme a la fuga hasta que me alcanzaran, jugar a las "chapadas" en peruano o "atrapadas" en mexicano (aunque aquí no recuerdo haber jugado eso, llegué a la puber edad de 12 años).

No lo lograrían tan rápido, y si estaban cerca, emprendía el vuelo, aunque por gordita no era tan difícil que me alcanzaran y después me mataran de cosquillas. De pequeña, esa era una emoción indescriptible, parecida a esa sensación de cuando te gusta alguien, tu corazón late más rápido.

Cuántas cosas pueden perder la magia a medida que uno crece. Jugar es algo maravilloso, poner a prueba condición y destreza. Un juego sencillo y tradicional que no se compara.

Recordé cómo esas pequeñas cosas de la vida me hacían sentir tan bien. Es cierto que los avances tecnológicos y la sociedad de este siglo crea pequeños niños-robot que pasan  un buen rato frente a una pantalla. Sin embargo, hace no muchos años la diversión de los más pequeños era otra.  Mi generación fue una de las primeras en meterle mano a los juegos por internet y a las consolas, pero nada, NADA superará la emoción de las "chapadas".

"Sentir antes de comprender", diría el buen Jean Cocteau, poeta, novelista,dramaturgo, pintor, ocultista y cineasta francés.